El equipo de fútbol de "La casa que vence la sombra", vive en la penumbra y bajo la constante amenaza de la desparición por falta de recursos ecoómicos
La vida en ocasiones coloca a las personas, o a las instituciones ante situaciones extremas. La UCV FC atraviesa desde principios de año una dura crisis económica, que hoy día se acrecienta de acuerdo a las palabras del entrenador de la institución Ricardo Campos. El conjunto, primer campeón en la história de nuestro fútbol profesional, podría “no jugar” el próximo torneo de segunda división.
Leyenda foto: Escudo del equipo universitario
“El equipo se encuentra en un momento duro. Si bien no hay deudas con nosotros los técnicos ni con los muchachos, costear los viajes y los traslados se hace cada vez más difícil, y no podemos trabajar en estas condiciones” ,confesó el entrenador mejor conocido como ‘Tiganá’.
La idea del técnico es que la escuadra de la UCV “se acerque a modelos como el de otras universidades de América Latina”. “Vemos casos como el de la Universidad de Chile, la Universidad Católica, que vinieron a jugar aquí la Libertadores, o los Pumas de la UNAM o los Tigres de la UANL, que son equipos de sus universidades y a la vez instituciones fuertes en lo deportivo”.
Un avance utópico
Para lograr esto, sin embargo, hace falta un apoyo de las autoridades que no existe. El recorte de presupuesto dejó al equipo prácticamente sin fondos, y buscando maneras de auto sustentarse.
“Sobrevivimos con la escuela de fútbol, y los aportes de algunas empresas, pero por ahí es bien complicada nuestra situación. Si no solucionamos y la Dirección de Deportes logra algunos acuerdos, será difícil que salgamos a jugar la campaña que viene”, remató Campos.
El apoyo que nunca llega.
La UCV tiene distintos organismos encargados de proveer a la máxima casa de estudios de recursos económicos para investigación, deportes, actividades artísticas, entre otros. La Fundación UCV es la encargada del alquiler de los estadios de fútbol y béisbol de la universidad, y podría proveer algunos recursos al equipo, aunque esto, según Pedro Castro, sea algo complicado por trámites burocráticos.
“Los interesados tienen que acudir a sus respectivas dependencias para solicitar a través de ellos la posibilidad de presentarnos un proyecto de emprendimiento y así canalizar la ayuda. Nosotros no somos una entidad financiera, y sólo podemos ayudar a quién nos presente un plan sustentable y rentable”, explicó Castro acerca del funcionamiento de la Fundación, que cobra "400 millones de bolivares fuertes" por el alquiler del Olímpico, de acuerdo con el propio Castro.
En el caso especifico de UCV FC, el directivo de la Fundación UCV refirió que ellos “no podían hacer nada al respecto. Eso depende de la Dirección de Deportes, que a su vez, depende del Rectorado. Para poderlos ayudar tendría que hacerse la solicitud por esa vía”.
En el fondo queda la preocupación del abnegado Ricardo Campos, quién sólo quiere ver a su equipo peleando por un cupo en Primera División. Hasta ahora han cumplido un buen papel en la categoríade plata, a pesar de las dificultades. “La Universidad tiene sus mecanismos para ayudarnos. Ojalá y se nos den, porque lo que generamos nosotros ya no alcanza. Con el 100% menos de presupuesto quedamos mal. Nosotros sólo queremos competir, estar en la cancha y representar dignamente a la UCV".
lunes, 3 de mayo de 2010
sábado, 17 de abril de 2010
En franca decadencia
La violencia con la que se expresó la barra del Caracas durante el último choque en casa de la Copa Libertadores, no fue sino el reflejo de un club que está en franco declive, y de una sociedad que está de mal en peor
Carlos Sanabria y Claudio Gutiérrez son dos hinchas del Caracas FC. Y no me refiero a “seguidores fashion” de esos que van cuando sólo hay Copa Libertadores, o partidos importantes contra Táchira o Italia. Ambos tienen entre los 27 y 29 años, y eran de aquellos que seguían al Rojo en sus días clandestinos. Dieron vueltas olímpicas abrazados a Ceferino Bencomo y a ‘Chita’ Sanvicente en un Brigido Iriarte exclusivo para familiares y verdaderos fieles, ya decía, cuando su pasión era algo oculto, cuando el fútbol se vivía a gritos contra la fanaticada rival, pero sin violencia.
Eran los días del ‘Loco’ Diony, de Rodrigo Riep, del ‘Pequeño’ Rondón, Leo González, y ‘El Mago’ Stalin; de unos jóvenes Rey, ‘Turbo’ González y ‘Pájaro’ Vera. Eran otros tiempos. Carlos y Claudio eran unos chamos felices, creyentes que el sueño y la filosofía de Guillermo Valentiner tenían sentido para el fútbol venezolano y eran algo posible.
Hace seis meses, ambos fueron al estadio a apoyar (como siempre lo hacen) al equipo de sus amores. Con su crecimiento físico y consecuente evolución académica y económica (ambos son ingenieros), también había llegado la madurez. Seguían siendo hinchas de gritar y cantar, de meterse con el otro, ahora desde la tribuna, pero sin aburguesarse. Ese día decidieron que, en vez de sentarse en la tribuna, se iban a meter a la barra para ‘recordar viejas glorias’.
Al entrar, se encontraron con un funcionamiento muy diferente al que tenían en sus días. Rápidamente detectaron que había muchos muchachos, muy jóvenes en su mayoría, que no iban a apoyar al equipo por su buen juego, sus acciones dentro de la cancha o lo que representaba. Simplemente era gritar por gritar, cantar por cantar. Esa era la norma. Nunca se comentaban las jugadas, no se hablaba de fútbol.
Esto fue en el choque ante Carabobo del Apertura. Ahí, Carlos y Claudio vieron con estupor cómo un grupo, muy pequeño eso sí, de inmaduros que toma la violencia como bandera bajo la excusa del fanatismo, salió a tratar de robarse un trapo y a agredir a los ocho o diez seguidores del cuadro del Cabriales, ‘porque este era su estadio’, ‘porque ellos nos jodieron cuando fuimos el año pasado’, ‘porque ellos no deberían venir pa’ ca’ y por un montón de excusas sin sentido.
Carlos y Claudio decidieron no meterse más de ese lado. La barra no es lo que era. Llena de muchachos inmaduros, que no conocen de la historia del club que siguen, desmejoraron lo que era una costumbre sana. Esa que antes era apoyar al equipo a costa de todo, incluso, movilizándose al Brigido un día de las madres para ver ganar a los suyos con pancartas ingeniosas y con canticos creativos y con sentido lógico, sin violencia.
Hoy, ser ‘barra brava’ es estar in, a la moda y en consonancia con la estupidez y el sin razón que se practica en otras partes de América. ‘Los radicales’ critican a los ‘pasteleros’, y se comportan como tales, copiando modelos argentinos y europeos. Y esto no sólo pasa con los ‘fundamentalistas’ del Caracas y sus desmanes contra los seguidores de la U de Chile, y para muestra lo ocurrido recientemente entre El Vigía y el Táchira. Es algo nacional.
El fútbol, lamentablemente, se ha convertido en el reflejo de una sociedad que pasó de ser pacifica y mamadora de gallo, a una dominada por la espiral de la violencia y el miedo. El radicalismo absurdo, bandera de los que no tienen la razón hoy convive con nosotros como un problema serio.
Y mientras tanto, la FVF y la directiva del Caracas, que han tenido que ponerle coto a esta situación desde un principio, se hicieron de la vista gorda. Este problema venía creciendo poco a poco bajo sus propias narices, en su parcela, y nunca hicieron nada para controlarlo, a pesar de contar con los medios y los recursos para hacerlo.
Al Caracas se le sugirieron censos, campañas dentro de la barra, denunciar a los violentos (que son pocos, insisto) y vetarlos del fútbol, mejorar la seguridad y los accesos al maltrecho Olímpico, otra víctima de vandalismo, como lo fue también la UCV. Se exhortó de manera pública y privada a los directivos que tomaran cartas en el asunto, que redujeran a los radicales, que siguieran ejemplos como el de Inglaterra, donde se acabó con los Hooligans.
No les interesó. Para ellos, estos radicales eran ‘incontrolables’. No se puede controlar lo que no se quiere controlar. Qué ironía que además hoy por hoy esos ‘fieles radicales’ ven las cosas desde puntos antagónicos con la directiva que los protege de manera solapada. Los insultan, los vilipendian, pero a ‘los chivos’ eso no les importa, ya ellos hicieron su alianza estratégica, y dejaron entrever que lo que importa es el dinero, y no la estructura del club.
Ambos son dos polos de un mismo equipo. Uno que en cosa de mes y medio se desnudó como uno más. Ese que era el ejemplo, ese Caracas en el que Carlos y Claudio creían, hoy tiene que asumir su contexto real dentro del balompié venezolano. Están en decadencia. A todos, a la fanaticada seria (no a los malandros que se escudan en una camiseta roja para hacer desmanes) y a sus dirigentes, les toca asumir que están en una crisis de identidad y de pérdida de valores.
Reconocerlo es el primer paso para empezar a solucionar los graves problemas que empieza a demostrar esta institución, y así intentar colocar de nuevo a este equipo en el lugar donde apuntaba. No creo que al Dr. Guillermo Valentiner, esté donde esté, le guste demasiado lo que está ocurriendo. Su sueño, está en decadencia.
Carlos Sanabria y Claudio Gutiérrez son dos hinchas del Caracas FC. Y no me refiero a “seguidores fashion” de esos que van cuando sólo hay Copa Libertadores, o partidos importantes contra Táchira o Italia. Ambos tienen entre los 27 y 29 años, y eran de aquellos que seguían al Rojo en sus días clandestinos. Dieron vueltas olímpicas abrazados a Ceferino Bencomo y a ‘Chita’ Sanvicente en un Brigido Iriarte exclusivo para familiares y verdaderos fieles, ya decía, cuando su pasión era algo oculto, cuando el fútbol se vivía a gritos contra la fanaticada rival, pero sin violencia.
Eran los días del ‘Loco’ Diony, de Rodrigo Riep, del ‘Pequeño’ Rondón, Leo González, y ‘El Mago’ Stalin; de unos jóvenes Rey, ‘Turbo’ González y ‘Pájaro’ Vera. Eran otros tiempos. Carlos y Claudio eran unos chamos felices, creyentes que el sueño y la filosofía de Guillermo Valentiner tenían sentido para el fútbol venezolano y eran algo posible.
Hace seis meses, ambos fueron al estadio a apoyar (como siempre lo hacen) al equipo de sus amores. Con su crecimiento físico y consecuente evolución académica y económica (ambos son ingenieros), también había llegado la madurez. Seguían siendo hinchas de gritar y cantar, de meterse con el otro, ahora desde la tribuna, pero sin aburguesarse. Ese día decidieron que, en vez de sentarse en la tribuna, se iban a meter a la barra para ‘recordar viejas glorias’.
Al entrar, se encontraron con un funcionamiento muy diferente al que tenían en sus días. Rápidamente detectaron que había muchos muchachos, muy jóvenes en su mayoría, que no iban a apoyar al equipo por su buen juego, sus acciones dentro de la cancha o lo que representaba. Simplemente era gritar por gritar, cantar por cantar. Esa era la norma. Nunca se comentaban las jugadas, no se hablaba de fútbol.
Esto fue en el choque ante Carabobo del Apertura. Ahí, Carlos y Claudio vieron con estupor cómo un grupo, muy pequeño eso sí, de inmaduros que toma la violencia como bandera bajo la excusa del fanatismo, salió a tratar de robarse un trapo y a agredir a los ocho o diez seguidores del cuadro del Cabriales, ‘porque este era su estadio’, ‘porque ellos nos jodieron cuando fuimos el año pasado’, ‘porque ellos no deberían venir pa’ ca’ y por un montón de excusas sin sentido.
Carlos y Claudio decidieron no meterse más de ese lado. La barra no es lo que era. Llena de muchachos inmaduros, que no conocen de la historia del club que siguen, desmejoraron lo que era una costumbre sana. Esa que antes era apoyar al equipo a costa de todo, incluso, movilizándose al Brigido un día de las madres para ver ganar a los suyos con pancartas ingeniosas y con canticos creativos y con sentido lógico, sin violencia.
Hoy, ser ‘barra brava’ es estar in, a la moda y en consonancia con la estupidez y el sin razón que se practica en otras partes de América. ‘Los radicales’ critican a los ‘pasteleros’, y se comportan como tales, copiando modelos argentinos y europeos. Y esto no sólo pasa con los ‘fundamentalistas’ del Caracas y sus desmanes contra los seguidores de la U de Chile, y para muestra lo ocurrido recientemente entre El Vigía y el Táchira. Es algo nacional.
El fútbol, lamentablemente, se ha convertido en el reflejo de una sociedad que pasó de ser pacifica y mamadora de gallo, a una dominada por la espiral de la violencia y el miedo. El radicalismo absurdo, bandera de los que no tienen la razón hoy convive con nosotros como un problema serio.
Y mientras tanto, la FVF y la directiva del Caracas, que han tenido que ponerle coto a esta situación desde un principio, se hicieron de la vista gorda. Este problema venía creciendo poco a poco bajo sus propias narices, en su parcela, y nunca hicieron nada para controlarlo, a pesar de contar con los medios y los recursos para hacerlo.
Al Caracas se le sugirieron censos, campañas dentro de la barra, denunciar a los violentos (que son pocos, insisto) y vetarlos del fútbol, mejorar la seguridad y los accesos al maltrecho Olímpico, otra víctima de vandalismo, como lo fue también la UCV. Se exhortó de manera pública y privada a los directivos que tomaran cartas en el asunto, que redujeran a los radicales, que siguieran ejemplos como el de Inglaterra, donde se acabó con los Hooligans.
No les interesó. Para ellos, estos radicales eran ‘incontrolables’. No se puede controlar lo que no se quiere controlar. Qué ironía que además hoy por hoy esos ‘fieles radicales’ ven las cosas desde puntos antagónicos con la directiva que los protege de manera solapada. Los insultan, los vilipendian, pero a ‘los chivos’ eso no les importa, ya ellos hicieron su alianza estratégica, y dejaron entrever que lo que importa es el dinero, y no la estructura del club.
Ambos son dos polos de un mismo equipo. Uno que en cosa de mes y medio se desnudó como uno más. Ese que era el ejemplo, ese Caracas en el que Carlos y Claudio creían, hoy tiene que asumir su contexto real dentro del balompié venezolano. Están en decadencia. A todos, a la fanaticada seria (no a los malandros que se escudan en una camiseta roja para hacer desmanes) y a sus dirigentes, les toca asumir que están en una crisis de identidad y de pérdida de valores.
Reconocerlo es el primer paso para empezar a solucionar los graves problemas que empieza a demostrar esta institución, y así intentar colocar de nuevo a este equipo en el lugar donde apuntaba. No creo que al Dr. Guillermo Valentiner, esté donde esté, le guste demasiado lo que está ocurriendo. Su sueño, está en decadencia.
lunes, 8 de febrero de 2010
Un curso de japonés… Por favor
De nuevo, el desinterés y la falta de seriedad de quienes (se supone) deben estar detrás de la difusión de los encuentros oficiales de la selección venezolana de fútbol, nos privaron de ver el choque en vivo por TV. ¿Y así queremos llegar al Mundial?
En el mundo somos casi seis mil millones de personas, y casi todos, nos expresamos de múltiples maneras. Unos hablan por señas, algunos leen, otros a través del tacto, y los más osados pueden decirse cosas con sólo mirarse. También está, por su puesto, la lengua oral y escrita, con sus múltiples variaciones.
Usted amigo lector pensará ¿y que tiene esto que ver con el fútbol? Muy sencillo. En aras de levantar el acerbo cultural de los fanáticos venezolanos del fútbol, a la FVF y a quienes tienen la responsabilidad de levantar las transmisiones de los partidos de la selección nacional, se les ocurrió la genial idea de que los venezolanos necesitamos aprender japonés. ¡Domo arigato, siempre he querido hablar japonés!
Además, se inventaron un esquema muy simple para hacerlo. Vamos a colocar a esta camada de conejillos de indias frente a los monitores de sus computadoras, a intentar descifrar la transmisión del primer partido de la selección nacional del 2010, ante los nipones, tomada desde un canal japonés (y en su idioma de origen) que estaría colocada en Internet.
Si una de las cosas que se ha criticado tanto a la FVF fue la poca difusión que se le ha dado al torneo local, que se fue a la clandestinidad por un contrato mil millonario con una televisora de cable; no es justo (o cuando menos conveniente) que a la selección, esa que (se supone) es de todos, le ocurra lo mismo que al campeonato de liga.
De nuevo, la improvisación, el desinterés de quienes deben transmitir (todavía con la resaca de la final Caracas Magallanes y embelezados por la pachanga de la Serie del Caribe) y la falta de orden son la moneda con la que le pagan (otra vez) a los seguidores del balompié nacional, que se vieron sometidos a una tortura dependiente de la velocidad del ancho de banda de su Internet.
Mientras esto se mantenga así, el fútbol siempre quedará relegado a un segundo plano detrás (muy detrás) del béisbol, del baloncesto, del pico pico o de las caimanearas dominicales.
Y más allá de la actuación de la selección (rácana, como ya nos acostumbra, pero con buenos resultados), una de las primeras grandes reflexiones debe ser esta. Farías pide (y con razón) jugar ante equipos mundialistas, par tratar de ponernos a ese nivel, pero la FVF y la dirigencia encargada de difundir y masificar el balompié, deben estar acorde con las exigencias del seleccionador. De no ser así, podremos mejorar mucho en la cancha, pero seguiremos estando lejos del sueño mundialista.
Si no, tendremos que volvernos poliglotas y empezar a practicar aquellos idiomas (y aclimatarnos a los usos horarios), de los equipos a los que visite nuestra querida Vinotinto. Sayonara.
En el mundo somos casi seis mil millones de personas, y casi todos, nos expresamos de múltiples maneras. Unos hablan por señas, algunos leen, otros a través del tacto, y los más osados pueden decirse cosas con sólo mirarse. También está, por su puesto, la lengua oral y escrita, con sus múltiples variaciones.
Usted amigo lector pensará ¿y que tiene esto que ver con el fútbol? Muy sencillo. En aras de levantar el acerbo cultural de los fanáticos venezolanos del fútbol, a la FVF y a quienes tienen la responsabilidad de levantar las transmisiones de los partidos de la selección nacional, se les ocurrió la genial idea de que los venezolanos necesitamos aprender japonés. ¡Domo arigato, siempre he querido hablar japonés!
Además, se inventaron un esquema muy simple para hacerlo. Vamos a colocar a esta camada de conejillos de indias frente a los monitores de sus computadoras, a intentar descifrar la transmisión del primer partido de la selección nacional del 2010, ante los nipones, tomada desde un canal japonés (y en su idioma de origen) que estaría colocada en Internet.
Si una de las cosas que se ha criticado tanto a la FVF fue la poca difusión que se le ha dado al torneo local, que se fue a la clandestinidad por un contrato mil millonario con una televisora de cable; no es justo (o cuando menos conveniente) que a la selección, esa que (se supone) es de todos, le ocurra lo mismo que al campeonato de liga.
De nuevo, la improvisación, el desinterés de quienes deben transmitir (todavía con la resaca de la final Caracas Magallanes y embelezados por la pachanga de la Serie del Caribe) y la falta de orden son la moneda con la que le pagan (otra vez) a los seguidores del balompié nacional, que se vieron sometidos a una tortura dependiente de la velocidad del ancho de banda de su Internet.
Mientras esto se mantenga así, el fútbol siempre quedará relegado a un segundo plano detrás (muy detrás) del béisbol, del baloncesto, del pico pico o de las caimanearas dominicales.
Y más allá de la actuación de la selección (rácana, como ya nos acostumbra, pero con buenos resultados), una de las primeras grandes reflexiones debe ser esta. Farías pide (y con razón) jugar ante equipos mundialistas, par tratar de ponernos a ese nivel, pero la FVF y la dirigencia encargada de difundir y masificar el balompié, deben estar acorde con las exigencias del seleccionador. De no ser así, podremos mejorar mucho en la cancha, pero seguiremos estando lejos del sueño mundialista.
Si no, tendremos que volvernos poliglotas y empezar a practicar aquellos idiomas (y aclimatarnos a los usos horarios), de los equipos a los que visite nuestra querida Vinotinto. Sayonara.
lunes, 25 de agosto de 2008
Oro a la Revolución Deporteiva
Es hora de hacer evaluaciones. Con la extinción de la llama del pebetero en China, se termina un ciclo olímpico que debió representar una confirmación para Venezuela, y terminó convirtiéndose en una decepción.
Pero no por culpa de los atletas. En realidad ellos no tienen que cargar con la cruz de todo lo que ocurrió al otro lado del mundo, muchos son héroes, como Dalia Contreras, que ganó su bronce para el país con la incumplida promesa de una vivienda propia hace cuatro años atrás cuando quedó entre las ocho mejores del mundo.
Ese es un ejemplo. Pero así hay muchos más. Alejandra Benítez, la bella esgrimista, siempre se quejó de que parecía que los federativos no utilizaban el dinero “de manera apropiada” para preparar a los atletas. Si, es cierto, esa vez hubo más recursos, hubo más preparación, pero no fue suficiente y eso quedo plasmado en el medallero. Hubo casos donde a pesar de que los recursos estaban, los meses previos fueron duros, con escasa preparación o con poco aprovechamiento de los mismos (más viajes a competencias internacionales sería una gran idea ¿verdad?) para lograr una preparación “de elite” más larga, ajustada al reto asumido.
Para colmo, la lectura de las autoridades, que son los verdaderos responsables del “descalabro” que ocurrió, se pasea por banalidades como esta: “Quizás dentro de nuestra delegación falta un súper atleta con un liderazgo mayor como si los hay en otros países”. O también “En estos Juegos Olímpicos, nos hemos encontrado con grandes avances en biomecánica y medicina aplicada al deporte, nos hemos dado cuenta que estamos un paso por detrás de las grandes naciones…”
¿Qué clase de excusas absurdas son esas? ¿Acaso Dalia Contreras, no es una “súper atleta”? Es una necedad comparar a nuestros muchachos con gente del calibre de Michael Phelps o Husain Bolt, que viven exclusivamente del deporte que practican. Ellos cuentan con becas de estudio que si les permiten llevar a cabo una preparación adecuada y ajustada a sus planes olímpicos, el Estado (no el gobierno de turno) es garante de otorgar recursos bien canalizados para su adecuada preparación, y claro, la empresa privada (que en este país sufre de alergia por el deporte amateur) se involucra directamente con los atletas (a quienes ve como potenciales vendedores de sus marcas y apuesta a su victoria en las justas olímpicas) y aporta lo que el Estado deja de dar.
Acá, los atletas como Dalia, estudian, trabajan y entrenan, mientras que en otros países, solo viven para entrenar su deporte… Así se crean los “súper atletas”, expresión ridícula de algo que no existe, pues todos somos humanos de carne y hueso y con virtudes y defectos como cualquier otro, sea de la nacionalidad que sea ¿Qué no se niega que hay unos más talentosos que otros? Si, es cierto, pero la preparación es fundamental, y ahí fallamos. Y mucho.
Es ridícula la excusa sobre la medicina deportiva y los avances en biomecánica, cuando se supone que desde hace cinco años Venezuela cuenta con una estructura en este apartado (la Sociedad Venezolana de Biomecánica Aplicada Al Deporte, SOVEBIADE) que viene a ser la segunda en América Latina en este tema, que no es más que un simple cascarón vacío que no ha podido desarrollar nada en pro del deporte nacional (al menos eso dicen los resultados), además de una “Universidad del Deporte” en Yaracuy, en la que se supone se preparan a entrenadores y estudiosos de las “ciencias del deporte”. No dan resultados, algo pasa, hay que analizar estas fallas.
Pero sobre todo, el peor error fue el de vender humo y hacer de la llegada de 109 atletas criollos a Beijing, un gran show mediático. Típico de aquellos que gustan de ganar indulgencias con escapulario ajeno. Era completamente innecesario forrar las autopistas con los rostros de esfuerzo de los atletas, fue excesiva la propaganda (ya ahí no es publicidad o promoción) ejercida sobre los muchachos, era exagerada la expectativa creada sobre la gente, que no está conciente realmente de las dificultades que deben trascender estos muchachos y muchachas, y sumándoles una carga de presión que no debía ser.
Presión con la que además, ningún atleta venezolano esta acostumbrado a lidiar, pues para quienes seguimos el deporte desde hace ya mucho tiempo (toda la vida), solemos ver como los deportistas venezolanos (profesionales o amateurs, es exactamente igual en ambos extremos) son de psiquis frágil, y ante el momento de dar el asalto definitivo a la victoria, la presión se los lleva. Esto, claro, es perfectamente manejable desde la perspectiva psicológica, como ya lo hiciera Richard Páez en la selección venezolana de fútbol, donde quitó los miedos e hizo a los jugadores criollos creer en sus capacidades. Aplicar la Inteligencia Emocional a deporte.
Los directivos asumieron que el solo hecho de llegar con más, significaba que iba a ser mejor. Y esto no es necesariamente así. A Atenas se fue con una cifra cercana a los 50 atletas, y se trajeron 3 medallas. Si la preparación no fue buena, podrán llevar 500 deportistas, pero los resultados seguirán siendo los mismos.
Mientras la plata siga invertida en largas comitivas de acompañantes diplomáticos que revenden las entradas a los eventos, o en entrenadores disfrazados de Mesías venidos desde todas partes del mundo para pelearse con sus dirigidos (como en la selección masculina de voleibol, por ejemplo), y la empresa privada siga teniendo ese “recelo” por el deporte amateur, seguiremos viendo a nuestros súper atletas, que trabajan, estudian, entrenan y se sacrifican por sus sueños, caer ante otros mejor preparados. A pesar de todas las promesas, no han cambiado mucho las cosas en el deporte amateur. Puro “oro a la revolución deportiva”, caraj.
Pero no por culpa de los atletas. En realidad ellos no tienen que cargar con la cruz de todo lo que ocurrió al otro lado del mundo, muchos son héroes, como Dalia Contreras, que ganó su bronce para el país con la incumplida promesa de una vivienda propia hace cuatro años atrás cuando quedó entre las ocho mejores del mundo.
Ese es un ejemplo. Pero así hay muchos más. Alejandra Benítez, la bella esgrimista, siempre se quejó de que parecía que los federativos no utilizaban el dinero “de manera apropiada” para preparar a los atletas. Si, es cierto, esa vez hubo más recursos, hubo más preparación, pero no fue suficiente y eso quedo plasmado en el medallero. Hubo casos donde a pesar de que los recursos estaban, los meses previos fueron duros, con escasa preparación o con poco aprovechamiento de los mismos (más viajes a competencias internacionales sería una gran idea ¿verdad?) para lograr una preparación “de elite” más larga, ajustada al reto asumido.
Para colmo, la lectura de las autoridades, que son los verdaderos responsables del “descalabro” que ocurrió, se pasea por banalidades como esta: “Quizás dentro de nuestra delegación falta un súper atleta con un liderazgo mayor como si los hay en otros países”. O también “En estos Juegos Olímpicos, nos hemos encontrado con grandes avances en biomecánica y medicina aplicada al deporte, nos hemos dado cuenta que estamos un paso por detrás de las grandes naciones…”
¿Qué clase de excusas absurdas son esas? ¿Acaso Dalia Contreras, no es una “súper atleta”? Es una necedad comparar a nuestros muchachos con gente del calibre de Michael Phelps o Husain Bolt, que viven exclusivamente del deporte que practican. Ellos cuentan con becas de estudio que si les permiten llevar a cabo una preparación adecuada y ajustada a sus planes olímpicos, el Estado (no el gobierno de turno) es garante de otorgar recursos bien canalizados para su adecuada preparación, y claro, la empresa privada (que en este país sufre de alergia por el deporte amateur) se involucra directamente con los atletas (a quienes ve como potenciales vendedores de sus marcas y apuesta a su victoria en las justas olímpicas) y aporta lo que el Estado deja de dar.
Acá, los atletas como Dalia, estudian, trabajan y entrenan, mientras que en otros países, solo viven para entrenar su deporte… Así se crean los “súper atletas”, expresión ridícula de algo que no existe, pues todos somos humanos de carne y hueso y con virtudes y defectos como cualquier otro, sea de la nacionalidad que sea ¿Qué no se niega que hay unos más talentosos que otros? Si, es cierto, pero la preparación es fundamental, y ahí fallamos. Y mucho.
Es ridícula la excusa sobre la medicina deportiva y los avances en biomecánica, cuando se supone que desde hace cinco años Venezuela cuenta con una estructura en este apartado (la Sociedad Venezolana de Biomecánica Aplicada Al Deporte, SOVEBIADE) que viene a ser la segunda en América Latina en este tema, que no es más que un simple cascarón vacío que no ha podido desarrollar nada en pro del deporte nacional (al menos eso dicen los resultados), además de una “Universidad del Deporte” en Yaracuy, en la que se supone se preparan a entrenadores y estudiosos de las “ciencias del deporte”. No dan resultados, algo pasa, hay que analizar estas fallas.
Pero sobre todo, el peor error fue el de vender humo y hacer de la llegada de 109 atletas criollos a Beijing, un gran show mediático. Típico de aquellos que gustan de ganar indulgencias con escapulario ajeno. Era completamente innecesario forrar las autopistas con los rostros de esfuerzo de los atletas, fue excesiva la propaganda (ya ahí no es publicidad o promoción) ejercida sobre los muchachos, era exagerada la expectativa creada sobre la gente, que no está conciente realmente de las dificultades que deben trascender estos muchachos y muchachas, y sumándoles una carga de presión que no debía ser.
Presión con la que además, ningún atleta venezolano esta acostumbrado a lidiar, pues para quienes seguimos el deporte desde hace ya mucho tiempo (toda la vida), solemos ver como los deportistas venezolanos (profesionales o amateurs, es exactamente igual en ambos extremos) son de psiquis frágil, y ante el momento de dar el asalto definitivo a la victoria, la presión se los lleva. Esto, claro, es perfectamente manejable desde la perspectiva psicológica, como ya lo hiciera Richard Páez en la selección venezolana de fútbol, donde quitó los miedos e hizo a los jugadores criollos creer en sus capacidades. Aplicar la Inteligencia Emocional a deporte.
Los directivos asumieron que el solo hecho de llegar con más, significaba que iba a ser mejor. Y esto no es necesariamente así. A Atenas se fue con una cifra cercana a los 50 atletas, y se trajeron 3 medallas. Si la preparación no fue buena, podrán llevar 500 deportistas, pero los resultados seguirán siendo los mismos.
Mientras la plata siga invertida en largas comitivas de acompañantes diplomáticos que revenden las entradas a los eventos, o en entrenadores disfrazados de Mesías venidos desde todas partes del mundo para pelearse con sus dirigidos (como en la selección masculina de voleibol, por ejemplo), y la empresa privada siga teniendo ese “recelo” por el deporte amateur, seguiremos viendo a nuestros súper atletas, que trabajan, estudian, entrenan y se sacrifican por sus sueños, caer ante otros mejor preparados. A pesar de todas las promesas, no han cambiado mucho las cosas en el deporte amateur. Puro “oro a la revolución deportiva”, caraj.
Hablando se entiende la gente
Edwin Zerpa jamás se imaginó que sus declaraciones de hace 3 meses traerían estas consecuencias. Hoy hay una revuelta generalizada de peloteros venezolanos que se niegan a participar en el Clásico Mundial de Béisbol, porque sienten vulnerados sus derechos. Y no les quito razón, pero la forma en la que lo han hecho, pone en jaque toda posibilidad siquiera de participar dignamente en el World Baseball Clasic 09.
Pero vayamos hacia atrás y recordemos un poco el por qué de esta situación: En 2006, los peloteros se mostraron animados y entusiastas por participar en el certamen de naciones, pero vieron limitados ellos cupos de entradas para sus familiares y amigos, cosa que parece no caló nada bien en la delegación nacional, más aun cuando ciertos personajes ajenos al juego hacían acto de presencia en el Club House del equipo (recinto sagrado del pelotero), ante la mirada impávida de quienes dirigían en su momento al equipo. Además, estos personajes si llevaban a amigos y familiares al estadio a ubicarse en cómodos asientos, con lujos que no tuvieron ni los propios familiares de quienes defendían a Venezuela en aquel momento.
La preparación fue un mero alarde publicitario, para hacerse fotos y llenar el Universitario y el José Pérez Colmenares y hacerle propagada a la marca que patrocinaba al equipo. Ah, por cierto, los uniformes de Venezuela fueron los últimos en llegar, pues fueron modificados porque la referida marca había colocado su publicidad en la camiseta y esto simplemente no era admitido por MLB. Cosa que, por su puesto, enfureció a los beisbolistas que apenas horas antes de cantar la voz de paly ball era que recibían la indumentaria a utilizar en el terreno.
Ante tanto desorden, los peloteros simplemente se revelaron para esta nueva edición. Quieren que las cosas se hagan bien. Pero, ¿están haciendo ellos las cosas de manera apropiada? Basados en parte en las declaraciones de Edwin Zerpa, donde “sugirió” que “los peloteros y el pueblo” debían ser coparticipes de la elección del manager del equipo nacional, el “grupo Detroit” se ha alzado contra toda decisión que se tome en el seno de la directiva, sea buena o mala.
La designación de Sojo fue el desencadenante de los acontecimientos. El grupo que dice encabezar la voz de los peloteros de Grandes Ligas, se declaró en contra de la designación pues “ellos no habían sido consultados”… Yo me pregunto: ¿Acaso Bob Abreu, Derek Jeter o Alex Rodríguez fueron consultados acerca de si Joe Girardi era el mejor manager para los Yankees? ¿Acaso creen ustedes, que en España hicieron una consulta entre los posibles candidatos a representar a “la furia” en la Eurocopa para ver si querían o no a Luís Aragonés? ¡Eso no existe, en ninguna parte del mundo, en ningún deporte del mundo! Los peloteros deben respetar las designaciones de los directivos, estén o no de acuerdo.
Pero los dirigentes, también deben respetar a los peloteros, que son quienes ponen su alma en el terreno para tratar de ganar. Deben sentarse a negociar. No queda otra. El nombramiento de Sojo es irreversible, “Esto es lo que hay” dirían Los Amigos Invisibles, y eso deben respetarlo los jugadores, que, por el contrario, también deben exigir que se les respeten sus derechos. Accesos “dignos” para sus familiares, comodidades a la altura de una selección nacional, equipamiento del equipo al día, una preparación apropiada, y claro, evitar que ciertos personajes que solo buscan figurar metan sus manos en el conjunto para satisfacer apetencias personales, económicas, e incluso políticas, que en nada benefician al equipo.
MLB debería imponer un “cuaderno de cargos” (al ser un torneo regulado por ellos podrían hacerlo perfectamente) tanto a directivos como a peloteros, para que se rijan bajo ciertos parámetros y normas, que eviten en un futuro este tipo de bochornos como el que vivimos en tiempos recientes, con tanta disputa baladí.
Haciendo esto, puedo garantizar que con un grupo de peloteros contentos y bien preparados, y una dirigencia lo suficientemente madura como para asumir las riendas del equipo como es debido, las posibilidades de éxito serán muy altas. Pero hay que trabajarlo, hablarlo, negociarlo, y ya no queda mucho tiempo. Dice el viejo refrán, “Hablando se entiende la gente”… Bueno, habrá que aplicarla.
Pero vayamos hacia atrás y recordemos un poco el por qué de esta situación: En 2006, los peloteros se mostraron animados y entusiastas por participar en el certamen de naciones, pero vieron limitados ellos cupos de entradas para sus familiares y amigos, cosa que parece no caló nada bien en la delegación nacional, más aun cuando ciertos personajes ajenos al juego hacían acto de presencia en el Club House del equipo (recinto sagrado del pelotero), ante la mirada impávida de quienes dirigían en su momento al equipo. Además, estos personajes si llevaban a amigos y familiares al estadio a ubicarse en cómodos asientos, con lujos que no tuvieron ni los propios familiares de quienes defendían a Venezuela en aquel momento.
La preparación fue un mero alarde publicitario, para hacerse fotos y llenar el Universitario y el José Pérez Colmenares y hacerle propagada a la marca que patrocinaba al equipo. Ah, por cierto, los uniformes de Venezuela fueron los últimos en llegar, pues fueron modificados porque la referida marca había colocado su publicidad en la camiseta y esto simplemente no era admitido por MLB. Cosa que, por su puesto, enfureció a los beisbolistas que apenas horas antes de cantar la voz de paly ball era que recibían la indumentaria a utilizar en el terreno.
Ante tanto desorden, los peloteros simplemente se revelaron para esta nueva edición. Quieren que las cosas se hagan bien. Pero, ¿están haciendo ellos las cosas de manera apropiada? Basados en parte en las declaraciones de Edwin Zerpa, donde “sugirió” que “los peloteros y el pueblo” debían ser coparticipes de la elección del manager del equipo nacional, el “grupo Detroit” se ha alzado contra toda decisión que se tome en el seno de la directiva, sea buena o mala.
La designación de Sojo fue el desencadenante de los acontecimientos. El grupo que dice encabezar la voz de los peloteros de Grandes Ligas, se declaró en contra de la designación pues “ellos no habían sido consultados”… Yo me pregunto: ¿Acaso Bob Abreu, Derek Jeter o Alex Rodríguez fueron consultados acerca de si Joe Girardi era el mejor manager para los Yankees? ¿Acaso creen ustedes, que en España hicieron una consulta entre los posibles candidatos a representar a “la furia” en la Eurocopa para ver si querían o no a Luís Aragonés? ¡Eso no existe, en ninguna parte del mundo, en ningún deporte del mundo! Los peloteros deben respetar las designaciones de los directivos, estén o no de acuerdo.
Pero los dirigentes, también deben respetar a los peloteros, que son quienes ponen su alma en el terreno para tratar de ganar. Deben sentarse a negociar. No queda otra. El nombramiento de Sojo es irreversible, “Esto es lo que hay” dirían Los Amigos Invisibles, y eso deben respetarlo los jugadores, que, por el contrario, también deben exigir que se les respeten sus derechos. Accesos “dignos” para sus familiares, comodidades a la altura de una selección nacional, equipamiento del equipo al día, una preparación apropiada, y claro, evitar que ciertos personajes que solo buscan figurar metan sus manos en el conjunto para satisfacer apetencias personales, económicas, e incluso políticas, que en nada benefician al equipo.
MLB debería imponer un “cuaderno de cargos” (al ser un torneo regulado por ellos podrían hacerlo perfectamente) tanto a directivos como a peloteros, para que se rijan bajo ciertos parámetros y normas, que eviten en un futuro este tipo de bochornos como el que vivimos en tiempos recientes, con tanta disputa baladí.
Haciendo esto, puedo garantizar que con un grupo de peloteros contentos y bien preparados, y una dirigencia lo suficientemente madura como para asumir las riendas del equipo como es debido, las posibilidades de éxito serán muy altas. Pero hay que trabajarlo, hablarlo, negociarlo, y ya no queda mucho tiempo. Dice el viejo refrán, “Hablando se entiende la gente”… Bueno, habrá que aplicarla.
domingo, 10 de agosto de 2008
¿QUÉ SABE USTED?...
Ante las declaraciones de Joseph Blatter, donde afirma “apoyar” la idea del cambio de color de nuestra vinotinto, solo me queda decir:
Joseph Blatter… ¿Que sabe usted de sentimiento nacional? Es una ironía, que siendo el mandamás de una de las organizaciones que aglutinan más países en el mundo (más que la ONU o el COI), usted no tenga ni idea de eso que llaman amor por lo propio. Por unos colores y los sentimientos e ideales que ello representan.
Usted, es simplemente un mercenario más, que ha vivido del fútbol durante toda su vida, y que quizás ya no se acuerda cuando fue la última vez que vistió de corto y sudó una remera en un campo. No sabe del sentimiento de un jugador por sus colores, por la personalidad que las sociedades adquieren asociados a esta emoción que se genera en el amor hacia unos matices pintados sobre una camiseta.
No debe tener ni idea de lo que es besar una camisa por amor a su país, como lo hace ese futbolista enamorado del gol que roza la gloria al alcanzar el clímax de la anotación, y besa el escudo y la franela que porta con orgullo, porque representa a una nación, a un pueblo, a una idea, a un sentimiento.
Tampoco sabe lo que es estar en una grada, brincando y empujando por un equipo, porque desde hace años lo hace desde un palco, cómodamente sentado rodeado de opulencia y lujos. Le puedo asegurar que ya ni a Suiza le hincha, al menos por una cuestión de ética (¿acaso sabe usted que quiere decir eso?) debería ser así.
No sabe nada de ese sentimiento del aficionado, que sufre cada derrota y vive con intensidad la victoria, que se apasiona cuando ve a sus estrellas patrias en la cancha entregándolo todo por amor a su país, ese que aprende a querer una idea disfrazada de color, que abraza con cariño su bandera y su franela patria como quien quiere a un hermano o a un familiar que tiene años que no ve cada vez que juega su selección.
Pero claro señor Blatter: ¿Qué sabe usted, de colores y amores? Si el único color que parece gustarle es el verde, y no precisamente por que este sea el color del césped. Y su organización ya poco o nada protege a sus agremiados pues su gran amor es el dinero que producen cada cuatro años, montando un festín comercial donde solo se busca un campeón, que quizás no sea el mejor, o el que juegue más bonito, pero que al final de cuentas, dejará las arcas de la entidad que usted representa llenas.
Usted no sabe de patria señor Blatter. Es un político disfrazado de dirigente de fútbol. Uno como esos que tuvieron la osadía de pensar que podían cambiar el vinotinto de nuestra camiseta nacional y pensar que nos íbamos a quedar callados. Usted no puede avalar esto, señor Blatter. Si acaso hay un resquicio de honorabilidad en el organismo que usted dirige, es imposible que lo haga.
No nos deje como parias, buscando agarrarle cariño a unos colores que al final no serán sino el producto de un nuevo capricho, como el cambiar la bandera o el escudo (cosa que ya hicieron, además). Si avala esta atrocidad, señor Blatter, entenderé que usted no es más que un completo ignorante, alguien que no sabe nada de nada.
Joseph Blatter… ¿Que sabe usted de sentimiento nacional? Es una ironía, que siendo el mandamás de una de las organizaciones que aglutinan más países en el mundo (más que la ONU o el COI), usted no tenga ni idea de eso que llaman amor por lo propio. Por unos colores y los sentimientos e ideales que ello representan.
Usted, es simplemente un mercenario más, que ha vivido del fútbol durante toda su vida, y que quizás ya no se acuerda cuando fue la última vez que vistió de corto y sudó una remera en un campo. No sabe del sentimiento de un jugador por sus colores, por la personalidad que las sociedades adquieren asociados a esta emoción que se genera en el amor hacia unos matices pintados sobre una camiseta.
No debe tener ni idea de lo que es besar una camisa por amor a su país, como lo hace ese futbolista enamorado del gol que roza la gloria al alcanzar el clímax de la anotación, y besa el escudo y la franela que porta con orgullo, porque representa a una nación, a un pueblo, a una idea, a un sentimiento.
Tampoco sabe lo que es estar en una grada, brincando y empujando por un equipo, porque desde hace años lo hace desde un palco, cómodamente sentado rodeado de opulencia y lujos. Le puedo asegurar que ya ni a Suiza le hincha, al menos por una cuestión de ética (¿acaso sabe usted que quiere decir eso?) debería ser así.
No sabe nada de ese sentimiento del aficionado, que sufre cada derrota y vive con intensidad la victoria, que se apasiona cuando ve a sus estrellas patrias en la cancha entregándolo todo por amor a su país, ese que aprende a querer una idea disfrazada de color, que abraza con cariño su bandera y su franela patria como quien quiere a un hermano o a un familiar que tiene años que no ve cada vez que juega su selección.
Pero claro señor Blatter: ¿Qué sabe usted, de colores y amores? Si el único color que parece gustarle es el verde, y no precisamente por que este sea el color del césped. Y su organización ya poco o nada protege a sus agremiados pues su gran amor es el dinero que producen cada cuatro años, montando un festín comercial donde solo se busca un campeón, que quizás no sea el mejor, o el que juegue más bonito, pero que al final de cuentas, dejará las arcas de la entidad que usted representa llenas.
Usted no sabe de patria señor Blatter. Es un político disfrazado de dirigente de fútbol. Uno como esos que tuvieron la osadía de pensar que podían cambiar el vinotinto de nuestra camiseta nacional y pensar que nos íbamos a quedar callados. Usted no puede avalar esto, señor Blatter. Si acaso hay un resquicio de honorabilidad en el organismo que usted dirige, es imposible que lo haga.
No nos deje como parias, buscando agarrarle cariño a unos colores que al final no serán sino el producto de un nuevo capricho, como el cambiar la bandera o el escudo (cosa que ya hicieron, además). Si avala esta atrocidad, señor Blatter, entenderé que usted no es más que un completo ignorante, alguien que no sabe nada de nada.
martes, 5 de agosto de 2008
0 Mezquindad
El nombramiento de Luís Sojo como manager de la selección venezolana que irá a la segunda edición del World Baseball Clasic, ha arrastrado polémica. Era lógico. No pocos querían “un cambio” (si es que se puede decir esto de un equipo que se reúne una vez cada 3 o 4 años, y que ciertamente carece de la continuidad de otro tipo de selecciones, como las de fútbol o baloncesto, por ejemplo), y creo casi todos recordamos (algunos incluso con dolor) como se maltrató la primera experiencia del torneo con un grupo de peloteros y técnicos que no dieron la cara sino mucho tiempo después.
Pero las circunstancias hoy en día son distintas. En aquella ocasión, todo estaba dado para que David Concepción fuera el timonel del equipo, y no lo fue por una maniobra publicitaria de gente que hoy (Gracias a Dios) permanece fuera de la organización del combinado nacional. Ahora, Sojo ha sido parte de un proceso en el cual hubo una lista de candidatos que fue depurada hasta llegar a él y Alfredo Pedrique como los dos “finalistas”, casi como si de un Miss Venezuela se tratase, digo, por el drama donde solo falta la frase “si la ganadora no puede cumplir con la responsabilidad, la primera finalista será la que tome su lugar, etc…”
Sojo además es ahora un manejador diferente al de 2006. Primero, es manager a tiempo completo, no esa figura despreciable del “manager-jugador” (o eres chicha, o limonada, la “limochicha” no existe), que no tiene la cabeza ni dentro ni fuera del terreno, prácticamente en un limbo. Luego, supo manejar a un equipo en problemas como Cardenales de Lara, que no contaba con grandes figuras en el papel y se los llevó hasta la final del torneo pasado de la LVBP, demostrando criterio para manejar sus lanzadores, y buenas capacidades como técnico, sobre todo, sabiendo mantener motivado al grupo.
El petareño además, en sus primeras declaraciones, dice haber aprehendido de los errores del pasado, y evitará repetir los viejos vicios (compadrazgos, amiguismos, dejar que otros decidan por él, imponer sus criterios a jugadores y demás personajes que rodean al equipo), y dice contar con el aval de la directiva del equipo nacional para conseguir una serie de encuentros preparatorios que pudieran ser sumamente útiles para llegar a tono.
Este nombramiento no sorprende. No es producto de una rosca, ni de un ardid publicitario (como si lo fue en 2006), fue producto de un proceso de evaluación donde al final (gústenos o no) Sojo resulto mejor que los demás. Ahora solo queda esperar a que de verdad se haga reflexión sobre los errores del pasado, se erradiquen los viejos vicios que tanto daño le hacen a nuestras aspiraciones (empezando por el exacerbado triunfalismo de todos, medios, jugadores, técnicos y aficionados), y empujemos todos del carro, juntos, sin mezquindades (ojo Magglio, es contigo), porque este es nuestro manager y de su éxito dependerá que lo hagamos bien o mal en el Clásico Mundial de 2009.
Pero las circunstancias hoy en día son distintas. En aquella ocasión, todo estaba dado para que David Concepción fuera el timonel del equipo, y no lo fue por una maniobra publicitaria de gente que hoy (Gracias a Dios) permanece fuera de la organización del combinado nacional. Ahora, Sojo ha sido parte de un proceso en el cual hubo una lista de candidatos que fue depurada hasta llegar a él y Alfredo Pedrique como los dos “finalistas”, casi como si de un Miss Venezuela se tratase, digo, por el drama donde solo falta la frase “si la ganadora no puede cumplir con la responsabilidad, la primera finalista será la que tome su lugar, etc…”
Sojo además es ahora un manejador diferente al de 2006. Primero, es manager a tiempo completo, no esa figura despreciable del “manager-jugador” (o eres chicha, o limonada, la “limochicha” no existe), que no tiene la cabeza ni dentro ni fuera del terreno, prácticamente en un limbo. Luego, supo manejar a un equipo en problemas como Cardenales de Lara, que no contaba con grandes figuras en el papel y se los llevó hasta la final del torneo pasado de la LVBP, demostrando criterio para manejar sus lanzadores, y buenas capacidades como técnico, sobre todo, sabiendo mantener motivado al grupo.
El petareño además, en sus primeras declaraciones, dice haber aprehendido de los errores del pasado, y evitará repetir los viejos vicios (compadrazgos, amiguismos, dejar que otros decidan por él, imponer sus criterios a jugadores y demás personajes que rodean al equipo), y dice contar con el aval de la directiva del equipo nacional para conseguir una serie de encuentros preparatorios que pudieran ser sumamente útiles para llegar a tono.
Este nombramiento no sorprende. No es producto de una rosca, ni de un ardid publicitario (como si lo fue en 2006), fue producto de un proceso de evaluación donde al final (gústenos o no) Sojo resulto mejor que los demás. Ahora solo queda esperar a que de verdad se haga reflexión sobre los errores del pasado, se erradiquen los viejos vicios que tanto daño le hacen a nuestras aspiraciones (empezando por el exacerbado triunfalismo de todos, medios, jugadores, técnicos y aficionados), y empujemos todos del carro, juntos, sin mezquindades (ojo Magglio, es contigo), porque este es nuestro manager y de su éxito dependerá que lo hagamos bien o mal en el Clásico Mundial de 2009.
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